muerte, habla de ella como algo necesario, un hecho forzoso e inevitable porque sin ella no habría redención (comp. Mt. 26:54; Jn. 2:19; 3:14). Al oír tan cruel declaración, Pedro toma de nuevo la iniciativa, y consecuente con la confesión que hizo antes, halla muy contradictorio que “el Hijo del Dios viviente” padezca esa muerte violenta que ha anunciado. Pedro cree saber méjor que Jesús lo que convenía al Maestro, y le insinúa que tenga compasión de sí mismo. Usa un argumento fuerte, simpático,
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